Notas para un tiempo por venir

Daniel Villablanca, 02 enero 2020.

El calor de este sol veraniego calienta el cemento de la plaza de la Dignidad el 31 de diciembre del 2019.

Aún más calor desprenden los corazones de mujeres y hombres, de diversas edades que motivados por la consigna del afecto a la Primera Línea están trabajando para realizar un rito antiguo y humano como es el comer juntos, el cenar eucarísticamente, como los primeros cristianos al amparo de un espacio recuperado, a pleno sol y rebeldía.

Con las tropas del poder a pocos metros intentando borrar esta presencia de pueblo que viene resignificando las historias de miles de luchas anteriores contra los poderosos y criminales, que siempre han intentado cerrarles el paso a las cosas buenas de la vida como es el compartir en comunidad.

Nos reunimos las voluntades de millones que ya han echado a andar y despreciando el vano afán del egoísmo privado, creemos tener la capacidad de decirles a los otros y otras que es posible romper el individualismo, darnos y compartir alegremente los alimentos para recuperar fuerzas, en esta lucha para acabar con este dolor de un sistema que pretende convertirnos en números de sus cuentas de banco, y en meros autómatas que defendamos nuestro metro cuadrado.

Al final de la jornada, a la medianoche, cuando celebramos el haber llegado hasta ese momento en el año de las esperanzas abiertas, y que enfrentamos las incertidumbres de un nuevo tiempo promisorio, fuimos cientos de miles, los que en un abrazo de iguales, nos comprometimos a seguir en este empeño ciudadano y colectivo de romper con las opresiones que intentan mantenernos como sus pretendidos sirvientes del dios dinero.

Recuperar la dignidad, hacer del colectivo nuestro camino de empeños, y soñar y cimentar un futuro que ya no puede ser el de antes, será el compromiso del 2020.

Mientras los hermanos y hermanas de Primera Línea, los equipos de apoyo médico, el que recoge piedras y las lleva en su saco de esperanzas rotas, parchadas de lucha y desafío, siguen haciendo la tarea de convertirnos en un pueblo emancipado y liberado de esas lacras que nuevamente –con mano ajena- defienden sus antiguos y caducos privilegios, se inicia “aquel famoso tiempo de vivir”, que cantara Osvaldo Rodríguez.

 

 

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