Manuel Rojas: de joven anarquista a hombre de izquierdas

Pablo Fuentes Retamal* / resumen.cl

Fotografía de Manuel Rojas, Juli, Allende y otras personas en el 50 aniversario de la Revolución Rusa en la Embajada Soviética de Santiago. (1967). [Fotografía]. Fuente: https://archivos.uc.cl/handle/123456789/28139

 

Manuel Rojas (1896-1973) se propuso representar en su obra literaria a los «sujetos más desvalidos y despreciados de la sociedad» (Jerez 31). El compromiso del autor con los sectores populares encuentra antecedentes en tres hitos biográficos: en su origen en los arrabales bonaerenses2, en su vínculo con el bajo pueblo3 y en su filiación anarquista. Los lectores más acérrimos de Rojas han enfatizado en la militancia ácrata de este autor, adscripción política que suelen referir para explicar categorías tan disímiles como las decisiones de vida del escritor, la lógica que siguen sus personajes, la categoría que ocupan sus relatos en la literatura chile­na, entre otros aspectos. En este sentido, es habitual escuchar algunos comentarios que valorar a Manuel Rojas como un autor anarquista, cercano al anarquismo, superficialmente anarquista, y algu­nas variantes parecidas.

Efectivamente, Manuel Rojas militó en las filas del anarquismo, sin embargo, esta filiación no constituye un rasgo inmutable en su identidad política, tampoco es un atributo capaz de articular toda la producción literaria de este autor. Sin lugar a dudas, el joven Manuel Rojas, de dieciséis años de edad, que solía escribir proclamas anarquistas, difiere, sustancialmente, del hombre maduro que redactó Hijo de ladrón (1951). Esta afirmación parece obvia, no obstante, considero que algunos lectores rojianos estiman que la filiación ácrata del autor es un atributo estático e incólume a los avatares del tiempo. Contrariamente, estimo indispensable subrayar que Manuel Rojas, como cualquiera de nosotros, fue una persona contradictoria, heteróclita, presta a múltiples devenires.

El propósito de esta nota es reflexionar sobre estos asuntos, ya que, estos alcances proyectan una imagen del autor que inaugura nuevas instancias de diálogo, además, ofrece materiales de discusión que extienden el horizonte de los estudios rojianos.

Un joven anarquista que devino escritor de izquierdas

Manuel Rojas publicó, en 1912, a la edad de dieciséis años, un texto en revista La Batalla para evidenciar su disconformidad con el dictamen que sentenció a Efraín Plaza Olmedo4 a «cuarenta años de presidio» (Vicuña 98). Recordemos que Plaza Olmedo fue un muchacho anarquista, de origen acomodado, que pasó la mayor parte de su vida en un palacete familiar ubicado en calle Dieciocho, Santiago. Este joven tuvo su primer acercamiento a la pobreza cuando advirtió la precariedad en que vivían sus vecinos:

Montado sobre la muralla que dividía ambas casas, Efraín Plaza Olmedo comenzó a entregarles diariamente a sus vecinos el pan y la leche que robaba desde la despensa de su hogar. Ya en su época adulta Plaza Olmedo, a pesar de su origen aristócrata, decidió hacerse panadero pues consideraba que esta era «la industria más noble». (Vicuña 98)

El invierno de 1912 fue especialmente crudo en la capital, lo que evidenció profundas inequidades sociales. Mientras la burguesía paseaba vestida con abrigos y estolas, la clase proletaria temblaba de frío y enfermedad. Este panorama desconcertó al joven Plaza Olmedo, quien disparó su revólver en forma de protesta contra una multitud agolpada en calle Huérfanos. Este acto le arrebató la vida a un aristócrata de apellido Guzmán y a un empleado de clase media. Esta protesta implicó una dura sentencia para Plaza Olmedo, dictamen que un joven Manuel Rojas desaprobó enérgicamente.

Tremalk Naik5 fue el seudónimo que escogió el Manuel Rojas para evidenciar su descontento con el veredicto que condenó, prácticamente de por vida, a Plaza Olmedo. Este escritor, aún en formación, refirió las siguientes palabras vindicativas en favor del mártir anarquista:

Cayó. Pero su caída equivalió a triunfo. Gritó en contra de las injusticias sociales y su grito repercutió en los horizontes […] su estremado [sic.] amor para los de abajo prevaleció y su odio para los de arriba explotó, rabioso por la negra boca de su revólver […]. Quizás ahogarán en sangre sus palabras, pero su figura y su jesto [sic.] quedarán impunes grabados en el corazón de las mul­titudes hambrientas […]. ¡Hermano! Te llaman asesino los idiotas nosotros te llamamos justiciero […] ¡Salud al precursor! (2-3)

Décadas más tarde, en 1964, Manuel Rojas se refirió, nuevamente, a la protesta cometida por Plaza Olmedo. Esta vez, el autor escogió su novela Sombras contra el muro para plasmar sus pensamientos. Este relato, escrito por Manuel Rojas a los sesenta y ocho años de edad, exhibe ciertos reparos al actuar de Plaza Olmedo:

Un anarquista que mate a un verdugo, al responsable de una masacre, llámese Silva Renard6 en Chile, Falcón7 en Argentina, Canalejas8 en España, Perico los Palotes en otra parte, pase, […] pero matar a un empleado de banco, a un policía, a un cliente, sólo con el pretexto de robar, ya no me gusta tanto. Plaza Olmedo mató a un joven que no conocía sólo porque deseaba manifestar su disconformidad con la justicia y la moral burguesa; eso me parece absurdo: pudo matar a su madre; disparó al bulto. (172-3)

Es interesante atender las últimas líneas del fragmento citado, ya que, nos entrega indicios acerca del devenir político de Rojas: «Plaza Olmedo mató a un joven que no conocía sólo porque deseaba manifestar su disconformidad con la justicia y la moral burguesa; eso me parece absurdo» (Sombras 173). Un buen ejercicio es contrastar lo que señaló Manuel Rojas durante la adolescencia, respecto de las palabras que refirió, en la adultez, para un mismo asunto. Este análisis comparativo consigue reflejar, en buena medida, un desplazamiento en la subjetividad política del escritor.

Esta impugnación contra la violencia encuentra un correlato en la biografía del autor. Manuel Rojas menciona en Antología autobiográfica (1962) un episodio conflictivo de su juventud que, a la luz de los años, le provoca recelo e incomodidad. Luego de haber cruzado a pie la cordillera de los Andes9, el escritor entabló amistad con algunos anarquistas partidarios de la violencia, sujetos que lo inmiscuyeron en algunos delitos:

Algunos de los jóvenes anarquistas que conocí decidieron convertirse en pistoleros y apaches, al estilo de Bonnott y de Garnier -anarquistas franceses que se dedicaron a asaltar ban­cos para propagar esas ideas-, y sin querer, pero aun, temiéndo­lo, me vi metido en vastos proyectos de robos de automóviles. (20)

Manuel Rojas viajó, a comienzos de la década del sesenta, a México para recorrer ciudad Juárez y el Distrito Federal. El autor permaneció en aquellas tierras cerca de un año, en compañía Julianne Clark, su tercera esposa. El autor registró este periplo en una bitácora de viajes que tituló: Pasé por México un día (1964). Manuel Rojas se refiere en este documento, sin resentimiento ni odios, a los anarquistas españoles que huyeron10 de la madre patria para refugiarse en tierras aztecas, lugar en que no desaprovecharon las oportunidades pecuniarias que les ofertó esta nación: «Dicen aquí que los anarquistas españoles se han dedicado en México a hacerse millonarios, cosa que me parece bien; bastantes años habrán sido pobres; lo terrible sería que adquiriesen mentalidad de nuevos ricos» (179).

La última novela que publicó Rojas, a los setenta y cinco años de edad, fue La oscura vida radiante (1971). El narrador se refiere en el octavo capítulo de este relato a las labores de los estudiantes en el ejercicio revolucionario. En este contexto se cita el siguiente verso del Himno de los estudiantes americanos11: «juventud, juventud, soplo eterno de eterna ilusión» (305). El narrador incorpora al verso mencionado las siguientes palabras: «torbellino, ilusión, todo pasajero» (305). Este aporte le otorga sentido la citación que se realizó, paginas antes, del poema Estudiantes de André Spire:

Obrero,

¿te acuerdas de los estudiantes?

[…]

¡Cuántas esperanzas pusimos en aquellas valientes muchachas,

en la violencia de sus tesis en el calor de sus gritos!

¡Soñaban con lucha de clases,

derechos al trabajo, mejoras de jornal,

emancipación de su sexo, amor libre!

[…]

Obrero, las he visto;

las ví con sus maridos, tus patrones.

Llevaban vestidos de moda

y al pagar hacían regateos sórdidos.

Revientan de trabajo a sus criadas

y dicen:

¡quieren aumento de sueldo, qué robo! (La oscura 304)

El narrador de La oscura vida radiante entabla diálogo con los fragmentos citados. De acuerdo con su reflexión, los jóvenes se declaran en rebeldía mientras cursan estudios, sin embargo, con el transcurso de los años, estos muchachos se aburguesan y disciplinan para acceder a los privilegios que otorga el poder y el dinero: «Hoy soy ingeniero de puentes o ferrocarriles, médico especializado en proctología, arquitecto del Ministerio de Obras Públicas, sección proyectos; dentista, agrónomo o burócrata de buena renta, diputado o senador» (La oscura 305).

Este marco reflexivo justifica la apreciación del narrador cuando señala que los estudiantes son sujetos efímeros en el ejercicio revolucionario: «llegan, hablan o gritan durante un tiempo y después se van» (La oscura 304). El corolario que propone el narrador a este devenir burgués es el siguiente: ««el que no es anarquista a los veinte años, es un idiota» -dice el Sancho nacional-, «pero el que lo sigue siendo a los cuarenta, es un huevón», cualquier clase de huevón» (La oscura 305).

Los fragmentos citados reflejan la madurez intelectual de Rojas. Para entonces, el autor posee la lucidez necesaria para comprender que todas las subjetividades transitan por devenires múltiples, siendo improcedente las categorizaciones rígidas e inmutables.

 

En el marco de la tolerancia y respeto que promueve el discurso de Rojas, no debe desconcertarnos la simpatía que despertó el Partido Socialista en nuestro escritor. Manuel Rojas se refirió a su militancia socialista en una entrevista que concedió a Antonio Avaria:

Usted siempre ha mantenido una clara e independiente posición de izquierda. ¿Nunca le interesaron los partidos políticos?

–Jorge Jobet12 me llevó una vez al Partido Socialista e integré una de sus células culturales. Renuncié a los pocos meses, porque el Partido apoyó la candidatura presidencial de Carlos Ibáñez. (ctd. Fuenzalida 180)

El escritor José Miguel Varas se refirió a la militancia de Manuel Rojas en el prólogo de Antología autobiográfica (2008):

En 1951, después de muchas dudas (Manuel Rojas), resolvió ingresar al Partido Socialista. Lo recibieron con gran entusias­mo y le encomendaron tareas de divulgación cultural. Al día siguiente, la dirección del Partido decidió apoyar al ex dictador Carlos Ibáñez en la elección presidencial de 1952. Manuel Rojas envió de inmediato una carta de renuncia. «Breve y seca». (11)

Julianne Clark, tercera esposa de Manuel Rojas, dedicó algunos párrafos en sus memorias para referirse a la militancia socialista de su marido. La señora Clark recuerda que el Presidente Salvador Allende, durante una cena del Partido Socialista, le comentó ciertos pormenores acerca de la militancia de «Manolo»:

Recuerdo en particular que asistimos a una cena de adhesión que hubo en Santiago, organizada por el Partido Socialista, don­de por supuesto estaba Salvador Allende. Muchos años antes, se­gún me contó él mismo, Manolo fue miembro de ese Partido por una semana, hasta que se anunció la candidatura de González Videla, «movida» supuestamente a ensanchar las bases, pero causó que Manolo devolviera su tarjeta y se retirara. (Clark 138-9)

A pesar de las contradicciones, podemos comprobamos que el autor de Hijo de ladrón formó parte de las filas del Partido Socialista. Las dudas se mantienen respecto del tiempo en que el escritor mantuvo esta militancia: algunos meses según el propio autor; un día en opinión de Varas; una semana de acuerdo a Clark. Tampoco conocemos las circunstancias precisas que causaron la renuncia de Manuel Rojas al Partido Socialista; tal vez, el quiebre lo produjo el apoyo de sus camaradas a la candidatura de Ibáñez; posiblemente, la simpatía que despertó en sus correligionarios las aspiraciones de González Videla. No obstante, estas ambigüedades, confirmamos que Manuel Rojas, en ejercicio pleno de sus convicciones político-sociales, militó en el Partido Socialista de Chile.

Luego de consultar la producción literaria menos estudiada de Manuel Rojas, reconocemos un pasaje de su bitácora, A pie por Chile (1967), que aporta información relevante para esta reflexión. El autor apunta en este texto de viajes, puntualmente en el apartado «El Queltehue», una especial descripción autobiográfica:

Mientras camino por una de las aceras de la calle donde vivo, oigo a mis espaldas un grito de un pájaro que me deja como con el alma detenida. Por un instante me desoriento y no sé si camino por la calle de un barrio burgués o por una de esas solitarias playas que amo. (A pie 111).

Esta pormenorización resulta desconcertante, pues, como ya se dijo, siempre que pensamos en Manuel Rojas le vinculamos con los arrabales, conventillos y poblaciones obreras. Inevitablemente surgen algunas interrogantes: ¿en qué momento el autor ascendió a los sectores más acomodados de la sociedad santiaguina? ¿Este ascenso social se percibe en su escritura? ¿Por qué esta información no es referida, habitualmente, por los estudios rojianos?

Para explicar el ascenso social del escritor debemos contextualizar un episodio particular de su biografía. Recordemos que, en 1942, Manuel Rojas celebró su primer aniversario matrimonial con Valérie López Edwards, su segunda esposa (vínculo que tuvo una duración de veinte años). A partir de esta boda, Rojas abandona los extramuros de la ciudad y se muda a un barrio privilegiado de la capital, un sector acomodado cuya plusvalía difiere, tangencialmente, de los sectores obreros que el autor describe en sus relatos. La casa del matrimonio Rojas-López se ubicó en calle Llewellyn Jones, comuna de Providencia, siete kilómetros al oriente de la residencia que cobijó al escritor tras su llegada a Chile. Téngase presente, que el primer espacio que habitó nuestro autor, junto con sus padres, fue un almacén «puesto a la diabla […] en una de las esquinas de las calles Coquimbo y Nataniel» (Imágenes 6). En este sentido, el matrimonio de Rojas con la señora López Edwards fue significativo, pues le permitió al autor vincularse con la elite santiaguina y conocer de primera fuente los intereses y pretensiones de los segmentos más acomodados.

Esta situación explique una anotación que Manuel Rojas apuntó en Pasé por México un día. El autor escribió en este registro de viajes, a propósito de su estadía en calidad de Visiting professor en la Universidad de Washington, lo siguiente:

Cuanto estoy en Estados Unidos y recuerdo a la América es­pañola o latina, lo que más recuerdo es su pobreza. Una vez viví diez meses en Seattle, en el Estado de Washington, y llegó un momento en que hubiese dado hasta un dólar por ver una mosca; por un piojo habría dado tal vez hasta dos. (66)

Las palabras de cierre de esta reflexión surgen, a propósito de una anécdota que aconteció a Rojas durante su visita a la ciudad de Jalisco (1963). El autor y su esposa de entonces, Julianne Clark, almorzaron en un restaurant ubicado a orillas de la playa. Durante la comida Rojas divisó, a lontanan­za, a un muchacho hambriento que llamó poderosamente su atención. La figura de este joven famélico interpeló su memoria, recordándole que tiempo atrás él también había sido un muchacho pobre y necesitado:

Se quedan sólo dos (muchachos), y uno de ellos, moreno, de pelo negrísimo, delgado atrae mi atención. Se ve que es un muchacho pobre -ninguno de los dos ha ido a almorzar […] -, y, no sé, por qué, encuentro que el muchacho se parece a mí, que tal vez yo fui como él en mi juventud» (Pasé por 281).

Esta anotación demuestra que Manuel Rojas es consciente de su devenir. Efectivamente, el autor ya no es aquel muchacho hambriento que cruzó a pie la cordillera de los Andes en búsqueda de oportunidades de subsistencia. Entonces, Rojas es un escritor fundamental de las letras chilenas, cuya subjetividad -política y social- devino en nuevas instancias de vida, sin jamás renegar o desconocer su origen proletario.

Bibliografía

Bayer, Osvaldo. (2009). La Patagonia rebelde. Coyhaique: F.U.R.I.A.

Clark, Julianne. (2007). Y nunca te he de olvidar. Memorias de mi vida con Manuel Rojas. Santiago: Catalonia.

Fuentes, Pablo. (2012). Sombras contra el muro de Manuel Rojas: tras la preservación y vindicación del acervo cultural ácrata de comienzos del siglo XX. Literatura: teoría, historia, crítica, (14), 177-191.

Fuentes, Pablo. (2019). Un análisis biográfico, político y literario de Manuel Rojas. De joven anarquista a hombre de izquierdas. Literatura y lingüística, (39), 73-90.

Fuenzalida, Daniel. (2012). Entrevista con Manuel Rojas. Conversaciones con Manuel Rojas. Entrevistas 1928-1972. Santiago: Zig-zag, 169-186.

Jerez, Fernando. (1996). Manuel Rojas, al pasar. Millatún 3, 31-32.

Naik, Tremal. (1912, nov. 01). «Efraín Plaza Olmedo». La Batalla [Santiago, Chile], 1-2.

Rojas, Manuel. (1967). A pie por Chile. Santiago: Editora Santiago.

___. (2008). Antología autobiográfica. Santiago, Lom.

___. (1985). Imágenes de infancia y adolescencia. Santiago: Zig-Zag.

___. (2007). La oscura vida radiante. Santiago: Lom.

___. (1965). Pasé por México un día. Santiago: Zig-zag.

___. (1973). Sombras contra el muro. Santiago: Quimantú.

Vicuña, Carlos. (2002). La tiranía en Chile. Libro escrito en el destierro en 1928. Santiago: Lom.

Varas, José Miguel. (2008). Manuel Rojas. Antología autobiográfica. Santiago: Lom, 5-17.

1Este artículo es parte de un trabajo mayor que titulé: «Un análisis biográfico, político y literario de Manuel Rojas. De joven anarquista a hombre de izquierdas». Esta investigación fue publicada en Literatura y lingüística, (39), 73-90. https://dx.doi.org/10.29344/0717621x.39.2005

2 Manuel Rojas señala su origen bonaerense en el texto autobiográfico Imágenes de infancia y adolescencia (1985): El escritor refiere, al respecto: «nací en una casa de la calle Combate de los Pozos, al sur de la ciudad (Buenos Aires). Es un barrio proletario, un poco abandonado, como todo lo proletario» (5).

3 La ascendencia de Manuel Rojas justifica la representación del bajo pueblo en su obra. El escritor señala que en su producción literaria representa a «hombres sin pasado ni futuro, eternos al parecer, alcohólicos, ignorantes, sin ninguna noción de otro mundo que no fuese el suyo […] una clase de seres que en cierto modo pertenecían a mi clase y a la de mis antepasados» (Imágenes 27).

4Para conocer, en detalle, algunos datos biográficos de Efraín Plaza Olmedo, sugiero leer el siguiente artículo de mi autoría: «Sombras contra el muro: tras el rescate y vindicación del acervo cultural ácrata de comienzos del siglo XX» (2012).

5Tremalk Naik es un personaje de la novela Devastaciones de los piratas (1896) de Emilio Salgari. Este relato es significativo para Manuel Rojas, pues fue el primer libro que el autor compró, siendo niño, con sus propios ahorros. En Imágenes de infancia y adolescencia el autor describe las vicisitudes y privaciones que debió sortear para adquirir esta novela (94 y ss.).

6 Se refiere al Comandante Roberto Silva Renard, quien fue el responsable de la matanza cometida el 21 de diciembre de 1907 en la Escuela Santa María de Iquique.

7 Ramón Falcón, apodado el «sacerdote de la disciplina» (Bayer 73), fue un político, militar y policía argentino que reprimió con mano de hierro las manifestaciones obreras argentinas a comienzos del siglo XX.

8 José Canalejas fue un político español militante del partido liberal. Se preocupó de reprimir la sublevación republicana de 1911 y la huelga ferroviaria de 1921. Canalejas murió tras recibir el disparo de un anarquista.

9La narrativa de Manuel Rojas tiene un importante fundamento autobiográfico, de modo que esta caminata es parte importante de la trama argumentativa de Hijo de ladrón.

10Se refiere a los anarquistas españoles que huyeron de la dictadura de Francisco Franco.

11 Obra del escritor argentino Manuel Gálvez (1882-1962) y del músico chileno Enrique Soro Barriga (1884-1954).

12Se refiere al historiador Julio César Jobet.

*pfuentesr@udec.cl

 

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