Chile, cuando el dolor no paraliza, sino todo lo contrario

Por Carlos Aznárez, desde Chile, Resumen Latinoamericano, 30 diciembre 2019.-

Para algunos se trata de una Revolución, porque está transformandolo todo desde la raíz, otros dicen que es una revuelta, bulliciosa, interclasista y hasta plurinacional. Hay quienes piensan que se ha puesto en marcha, desde octubre en adelante un proceso insurreccional de nuevo tipo, que apuesta a la continuidad para elevar su fortaleza. Lo cierto es que no importa como se la denomine a esta enorme pueblada nacional que todos los días nos conmueve e interpela. Sobre todo a los de varias generaciones hacia atrás que cuando jóvenes también nos tiramos a la calle para que la tortilla se vuelva.

Lo importante es que, como dicen compañeres de otras latitudes de la Patria Grande, la pelea se hace peleando. Y aquí, les aseguro que esa consigna tiene vigencia todos los días.

Por ejemplo, este pasado fin de semana hubo claras demostraciones de que la rebelión popular, con fuertísimo componente juvenil (y agregaría que también adolescente), no está dispuesta a parar porque lo disponga tal o cual calendario. Claro está que no fueron días para relajarse, ya que la muerte de Mauricio Fredes, electrocutado al caerse en un pozo abierto adrede en un lugar oscuro, a una cuadra de la Plaza de la Dignidad, mientras huía de una carga policial ultra violenta, no deja lugar a dudas de los puntos que calza la represión de los pacos chilenos. Mauricio era un tipo querido en su comuna humilde de la periferia santiaguina. Se trata del clásico militante solidario, amistoso, pero a la vez comprometido hasta las últimas consecuencias. Por eso, desde que estalló la primera gran bronca contra el gobierno derechista de Sebastián Piñera, no dudó en enrolarse primero en la protesta y luego alistarse en la “primera línea” de contención y autodefensa contra la arremetida feroz de ese cuerpo policial solo comparable con el Esmad colombiano, la Guardia Civil española o la soldadesca sionista.

El sábado, cuando el cuerpo de Mauricio, con sus treinta y pocos añitos se encontraba aún en la morgue, sus compañeros de la capucha y el corazón repleto de ternura, más otras personas conmovidas por su muerte (que no fue accidental como dicen los medios amarillos, sino deliberada) se empezaron a juntar en un improvisado velatón (velas de homenaje), otra vez fueron los pacos los que quisieron demostrar que están dispuestos a exterminar a quienes les ordenen sus superiores.Aparecieron con por lo menos ocho móviles blindados y un lanza agua con químicos, y rociaron y gasearon al pequeño grupo que solo ponía velas y flores en el lugar. Allí volvió a repetirse el sadismo que suelen utilizar como arma, estos sujetos impunes. No solo machacaron a los presentes sino que producto del agua y el gas lograron desmayar a una mujer que con su hijita de 10 años se había acercado a poner unas flores. La niña, desesperada se acercó al cuerpo de su madre llorando, y ese fue el momento que uno de los monstruos uniformado volvió a cargar con un potente chorro que desplazó su cuerpecito haciéndola golpear brutalmente. Hoy, la niña está en grave estado y es probable que sufra dificultades motrices cuando llegue a recuperarse. ¿Y la clase política? Silencio. ¿Y los medios? Silencio. Así están las cosas por este país donde hay entre 2500 y 3500 políticos y numerosos desaparecidos, además de no haberse castigado nunca a los genocidas militares del pinochetismo.

Por otro lado, desde Viña del Mar, llegaba otra noticia parecida, anunciando que otro joven de la primera línea había resultado muerto atropellado en rarísimas circunstancias por un vehículo. Su nombre de pila es Lian, y su rostro buenazo no deja dudas de lo que cuentan sus compañeres, sobre su deseo de pelear para que los que nazcan hoy, no sufran las carencias de este turbio presente neoliberal represivo.

Sin embargo, y eso demuestra que esta Revolución está dotada de toneladas de solidaridad cuerpo a cuerpo entre sus guerreros y guerreras, las calles de Santiago se llenaron este pasado domingo de actos de homenaje a los caídos. Desde una gigantesca bicicleteada, que portando banderas mapuche y chilenas recorría las calles denunciando a los asesinos y a sus impulsores intelectuales, y al llegar hasta la morgue, entonar canciones como las que seguramente cantaba Mauricio. Luego, cuando después de interminables horas de burocracia, la familia pudo hacerse con el cuerpo del muchacho, la caravana ciclista y otras tantas personas, en coches o a pie, se fueron acercando a la casa del combatiente de la primera línea. Allí, entre el llanto incontenible de sus hermanos de lucha, las consignas anticipatorias de que “las balas que nos tiraron van a volver” y reiterando que “el pueblo unido jamás será vencido”, algunos con guitarras, otros con armónicas, dedicaron canciones surgidas al correr de estos días de rebeldía. Más aún, una de las raperas más conocidad de Latinoamérica, que ha hecho de su canto una herramienta de denuncia y convocatoria a la resistencia, Anita Tijoux, llegó hasta el lugar para sumarse al homenaje. Y por momentos el dolor se tranformó en recital, como le hubiera gustado a Mauricio.

Así está este Chile vital y despierto donde la juventud está dando una lección de vida, imborrable. Autoconvocándose y decididos a poner lo mejor que tienen, el cuerpo y las ganas de que todo cambie. Sin líderes como los que otras generaciones conocimos, sin demasiada teoría, pero con una vital muestra de inteligencia para que la confrontación no decaiga.

Escribo esta crónica desde la humareda de los gases, el ardor y la ceguera que estos provocan, el chorro brutal de los “guanacos” y las corridas que debemos hacer para que no nos muelan la espalda a bastonazos. Estamos, me lo digo a cada hora, donde tenemos que estar los comunicadores populares, al lado de esta patriada que como otras, hoy está iluminando a un continente al que el imperio cree totalmente conquistado. Se equivocan, y para confirmarlo solo basta mirar a nuestro alrededor y leer lo que explican las paredes de las principales ciudades de Chile. “No nos rendiremos porque nos hemos puesto de pie para siempre”, o ese cartel que con la figura del cuento del principito, pudimos leer en el lugar donde murió Mauricio: “Lo esencial es invisible al Estado”. Por eso, en un año o en diez, esta rebelión está obligada a vencer. Y quien puede asegurarnos que no se convierta en una revolución. Por lo menos en lo que hace a la cultural, en el amplio sentido del término, ya está dándolo vuelta todo.

 

Loading