Carlos Perez: Chile despertó, pero después se fue para la casa

por Dante Reyes Marín. 

Una compresión provocadora es la que muestra sin pelos en la lengua el profesor y filósofo Carlos Pérez Soto, respecto al proceso político en Chile.

Sin embargo, su mirada constituye un discurso de análisis obligatorio si se desea, realmente, avanzar con pie firme hacia etapas superadoras, que alejen de un eterno y estéril estertor autocomplaciente y seudo revolucionario.

Entrevistado por El Rodriguista, el docente universitario coincidió en que el país pasó de una etapa de efervescencia, del Chile despertó, a un letargo seguido de una posterior ida para la casa.

Consultado precisamente respecto al momento actual que vive el país, respondió franco, “actual es mediados de enero del 2021. Llevamos un año y cuatro meses desde octubre del (20)19. Durante ese año la mayor parte del tiempo hemos estado bajo la emergencia de la pandemia, pero yo creo que desde el punto de vista político, lo que ha ocurrido es que el 90 por ciento de la gente simplemente se fue a la casa. No hay grandes protestas, no hay demostraciones de fuerza, no hay elaboración de petitorios, no están activos los comités que se habían armado en los barrios, dando charlas o armando discusiones, estamos en la siesta provinciana del 2018”, describió.

El Rodriguista le preguntó entonces sobre las posibilidades de cambio existentes a partir de la elección de convencionales y una nueva constitución, ante lo cual se mostró escéptico. “Yo creo que la probabilidad de que tengamos cambios estructurales a partir de la redacción de la Constitución es cero, nula. Lo más probable dada la ley electoral que rige, y que favorece a los conglomerados políticos, es que la derecha saque al menos un 40% de los constituyentes, probablemente la mitad de los constituyentes. Hay una sola lista de derecha, y hay por lo menos 12 listas de oposición en general que podrían convocar votación, además hay otras 80 listas locales que van a dispersar extremadamente el voto”, destacó.

En el Plebiscito, que fue todavía un momento en el que se conservaba una cierta inercia de movimiento, votó la mitad de los ciudadanos, el 52 por ciento. Es probable que en las elecciones vuelva a votar la mitad de los ciudadanos y es probable que la derecha vote mucho más activamente que los independientes o la izquierda”.

¿Fue cooptado el proceso?, le preguntó entonces este medio, a lo que contestó “no fue cooptado, porque cuando hay cooptación, no sé, se compra a alguien, se le ofrece algo, no, este fue regalado, simplemente, a partir de la presión se cocinó un acuerdo, el acuerdo establece un marco de hierro que nos conduce a esta situación. La oposición de centro, que en realidad es derechista, y de izquierda, que en realidad es centrista, regaló esto. No tuvieron la consistencia suficiente para como para mantenerlo en el tiempo. Esto debería ofrecernos una gran lección acerca de la responsabilidad de las masas”.

Yo creo que en Argentina es fácil identificar un proceso similar con lo ocurrido con los piqueteros, que fueron capaces de tumbar a un presidente de la república, y a los seis meses estaban completamente cooptados por otro presidente del mismo partido del que habían echado, la espontaneidad de las masas, yo creo que esta es una gran lección, y no queda nada, es muy fácil de diluir, es muy fácil de administrar” sentenció.

Preguntado entonces si acaso fue un error haber participado en el plebiscito de octubre de 2020, respondió negativamente. “Había que participar”. Sin embargo, acotó, “lo que era deseable es que esa participación fuera en movilización, con el auge o con la mantención de la movilización, y eso no ocurrió, entonces, si no hay movilización, y además hay cuarentena debido a la pandemia, el espontaneísmo y la alegría de octubre del 19 se diluye completamente, no hay cómo mantenerla, sobre todo, si no hay una izquierda organizada que la mantenga en movimiento, porque como digo, de la espontaneidad de las masas no se puede esperar nada. Entonces, claro, el plebiscito había que hacerlo, había que ganarlo, se ganó en unas condiciones tristísimas, tristísimas, el 40 por ciento de los chilenos pidió una nueva constitución, el 10 por ciento de los chilenos se negó, porque hay que acordarse de que el 80 por ciento es el 80 por ciento del 50 por ciento, entonces la representatividad de ese 80 por ciento es engañosa. Sin embargo, todavía cabía capitalizar esa apariencia de 80 por ciento y convertirla en exigencia. Pero apenas se ganó el plebiscito el asunto se transformó en negociar candidatos y en las negociación de candidatos se olvidaron incluso las reuniones de vecinos, son muy pocos los comités constituyentes que siguieron funcionando, y los que siguieron funcionando, siguieron funcionando para elegir candidatos. Entonces tenemos el absurdo de que, para 155 cargos, hay 2200, 2200 candidatos independientes, además de otros 2000 que están dentro de las listas de los partidos políticos, porque la dispersión hace impredecible porque la fórmula matemática conque se va a hacer la cifra repartidora es medio extraña, puede haber más de una sorpresa digamos, la primera sorpresa sería que votara más del 50 por ciento de los chilenos”.

Y ante la posibilidad de que el proceso político en curso represente al menos una acumulación ascendente de experiencia, la descartó de plano. “No hay tal acumulación progresiva, nunca la ha habido en la historia, a no ser que se hable de la revolución industrial o de la evolución del capitalismo, pero acumulación progresiva no hay. Hay ciclos, que suben, bajan, retroceden. Y cuando vuelven a subir, se encuentran con que el enemigo también ha subido, en complejidad, en tamaño, en experiencia, entonces, la idea de que hay una línea que se podría trazar desde Pedro Aguirre Cerda a Salvador Allende, al 18 de octubre de 2019, es una idea falsa”.

Pero no obstante este crudo diagnóstico, que seguro será difícil de digerir para muchos lectores, Carlos Pérez agregó “yo estoy seguro, forma parte de mis convicciones, que la humanidad tarde o temprano superará la lucha de clases. Yo creo que una revolución populista es posible, y que es posible transformar la revolución populista en una revolución socialista, yo creo que eso es posible, pero acerca de los plazos y los procesos políticos concretos, yo prefiero no hacer ningún cálculo, porque eso nos convierte en una cultura de la decepción. Nosotros somos la izquierda, se puede llamar clásica, qué se yo, que es una cultura experta en desilusión, y las desilusiones son directamente proporcionales a las ilusiones. Yo creo que no hay que tener ilusiones, yo creo que hay que tener una perspectiva histórica, y ser consistente con esa perspectiva histórica. Pero cuando uno se ilusiona, no cierto, con los zapatistas, o con los piqueteros, con los chilenos del 2019, cuando uno se ilusiona con los estudiantes, está condenado al fracaso, porque está calculando en un plazo histórico, y con un material histórico que es extremadamente débil”.

Insistió frente a este punto y sentenció que “Los entusiasmos son una mala forma de hacer política, generan militantes poco confiables, militantes que vamos a encontrar al otro lado de la vereda después de un par de desilusiones”.

Y se preguntó el propio Carlos Pérez, si “perder el plebiscito en Chile, o perder la nueva constitución en Chile, ¿implica algo para la perspectiva histórica de la izquierda?, nada, ni un avance ni un retroceso, porque el proceso de la perspectiva histórica que nosotros estamos buscando, va muy por debajo y va mucho más allá que una constitución distinta. ¿Qué somos, somos marxistas o somos buenos samaritanos que andamos buscando que los subsidios estatales se amplíen o cosas por el estilo?

No hay ninguna razón, si la constitución de Chile sigue exactamente igual, lo que van a conseguir es aumentar la indignación. Y eso, de eso, puede surgir una fórmula, populista, en algún futuro mediano, cinco años, diez años, la cosa vuelve a estallar de nuevo. Los pueblos tienen esa sabiduría, pero aguantan mucho”.

Preguntado respecto a si el probable candidato presidencial del Partido Comunista, Daniel Jadue, podría significar siquiera un pequeño avance respondió, “No lo conozco, tendría que usted explicarme quién es Daniel Jadue en la historia de Chile. Porque usted está hablando de perspectivas históricas, y de repente me trae al 21 de enero del 2021, estamos en dos planos distintos. Es eso otra entrevista. Si yo le digo, mire, la izquierda es anticapitalista, y usted me dice, bueno, pero a las seis de la tarde uno podría ser anticapitalista o no, ¿de qué perspectiva histórica estamos hablando”, son dos planos absolutamente distintos. Si hay que votar por alguien votaré por Jadue, pero mi opinión es que respecto de la perspectiva histórica no tiene la menor importancia”.

Y la pregunta gatilló en Pérez otra reflexión sobre la izquierda. “Esa es otra cosa que tenemos, el inmediatismo. Somos incapaces de ver más allá de la próxima elección, más allá del próximo candidato, por eso le digo, no tiene la menor importancia. En el momento de votar, habrá que votar. Y que él sea candidato, será un momento de aprendizaje, y está muy bien. Pero hemos tenido, en cada momento de aprendizaje, ya 32 años, hemos tenido un candidato de izquierda.

Usted me podría preguntar qué significó Gladys Marín, qué significó el cura Pizarro, qué significó un candidato ecologista, quién se acuerda de que Gladys Marín fue candidata a la presidencia de la república, y no han pasado 10 años. Entonces eso es parte del problema. Parte del problema es que no logramos salir de la contingencia para una perspectiva más amplia. Parte del problema es que en vez de estar discutiendo la constitución, nos ponemos a discutir el candidato a la constituyente, y claro, obvio que hay que tener candidatos a la constituyente, pero podemos perfectamente sacar más de dos tercios de la constitución y no saber qué constitución hacer.

Respecto de esa perspectiva, mi opinión, si estamos hablando de la perspectiva anticapitalista y de la izquierda, es que sea Jadue o sea cualquier otro, no tiene la menor importancia. La izquierda tiene que tener un candidato, casualmente puede ser Jadue en este momento el candidato relevante, pero en cuatro años más nadie se va a acordar. Note que Beatriz Sánchez, pasaron cuatro años, y no fueron capaces de sostener la candidatura, y la candidata ideal es una que se forma en el examen, Salvador Allende fue candidato a la presidencia de la república cinco veces. Y en esas cinco veces él mismo fue aprendiendo, se fue izquierdizando, fue mejorando el discurso, se hizo un político profesional. Entonces, tomamos al ecologista anterior, que ya no me acuerdo cómo se llamaba. Dentro de cuatro años nadie se va a acordar de Beatriz Sánchez, entonces qué importancia tiene eso. Tiene importancia para vender noticias, pero el negocio de la izquierda no es vender noticias”, enfatizó.

¿Tiene alguna importancia quién es el presidente?, ¿usted cree que entre (Alberto) Fernández y el neoliberal anterior (Mauricio Macri), había alguna diferencia?. No tiene ninguna importancia, Piñera hizo el mismo gobierno que Bachelet”, recordó.

Ahora, si sale (Eduardo) Artes de presidente, o sale (José Antonio) Kast de presidente, entonces nos empezamos a preocupar, y parece que la cosa va por otro lado. Pero tal como están las cosas, el 99% de posibilidades presidenciales no tiene ninguna importancia, no hace ninguna diferencia. ¿Qué política estamos trabajando?, si el motivo de nuestra política es ver quién va a ser presidente. No estamos trabajando en ninguna política”, insistió.

Aquí lo importante es derogar las concesiones mineras, eso es lo importante, sea el presidente que sea, aquí lo importante es no pagar la deuda externa, aquí lo importante, no cierto, es que los fondos del previsionales pasen a manos del estado y sean administrados de manera descentralizada y democrática. Porque eso es lo importante. Quién sea presidente de la república no tiene la menor importancia. A no ser que sea Salvador Allende. Dado que estamos hablando en otro nivel. Pero usted no me está hablando de política, usted me está hablando de noticias, usted me está hablando de la agenda de la CNN, eso no es la política”, reprochó.

Aquí hay que armar un movimiento que se llame, no sé, movimiento de izquierda revolucionaria ocho, y ponerle un programa claro y hacer política de base y hacer política transparente, abierta, con democracia directa, con dirigencias rotatorias, con revocatoria de mandato al interior del movimiento, y yo lo he dicho muchas veces en muchas entrevistas que he dado, programa, programa, programa. Lo que hay que tener es un programa breve, recordable, que se pueda machacar, y radical, y el programa, no es muy difícil de enunciar, hay que derogar las concesiones mineras, hay que traspasar los fondos previsionales a un gran fondo estatal, hay que negarle todo apoyo estatal a la deuda privada, de esa manera vamos a tener el fondo, vamos a tener la materialidad que nos permita pedir derechos sociales”, resaltó.

Carlos Pérez alertó también sobre otro punto que probablemente se constituya en una espina indolora pero mortal en el proceso constituyente en curso. “En una entrevista anterior también alguien casi se cayó de la silla porque dije -No hay que poner los derechos sociales por delante, porque nos pueden dar una constitución con derechos sociales y sin financiamiento-, que es lo que hicieron en Colombia. El Colombia todos los derechos sociales están en la Constitución, incluso el derecho a un trabajo y a una remuneración estable y digna. Sin embargo, eso no es practicable, eso no es financiable, porque por el otro lado, todo el gran capital sigue manteniendo los beneficios tributarios, sigue manteniendo su ligazón con el capital transnacional, entonces aquí, lo que hay que poner por delante es cómo vamos a tirar la carreta, no qué carreta queremos llevar, que es el derecho a la educación, la salud, a los derechos reproductivos plenos, etc. No, aquí es, primero, cómo vamos a financiar eso, ¿por qué?, y también alguien se cayó de la silla cuando dije Nos van a regalar los derechos sociales, –no a nosotros nos regala nada nadie, todo lo hemos conseguido con la lucha y qué se yo– y lo que yo digo es, por supuesto que hemos luchado, si no hubiéramos luchado no nos darían el regalo, pero una vez que hemos luchado nos pueden regalar los derechos sociales de tal manera que sean impracticables”, advirtió.

El mejor ejemplo de eso acá en Chile la gratuidad de la educación. No sé si usted sabe que la educación superior en Chile es gratuita, gratuita, ¿qué significa eso?, que el estado le pasa la plata de la educación superior a las universidades privadas, o sea la gratuidad de la educación es una fórmula neoliberal”, denunció.

Entonces, los derechos sociales son administrables, se pueden dar con cuentagotas, mientras el poder público, mientras el conjunto de los ciudadanos, no tengan en sus manos las riquezas suficientes como para hacerlos reales. Para que el estado pueda financiar el 100 por ciento de la cobertura educacional, el 100 por ciento de la cobertura de salud, para que pueda dar, no cierto, pensiones dignas, hay que usar las riquezas que los países tienen. Y en este momento esas riquezas, gracias en Chile a la Concertación democrática, la tienen los norteamericanos y la tienen los chinos”, recordó.

Inquirido con cierta desesperanza respecto de los objetivos y su cercanía o lejanía, recordó preguntándose, ¿en 1967 alguien se imaginaba la nacionalización del cobre? Cuatro años después Chile nacionalizó el cobre, y nacionalizó el cobre con el 100 por ciento del parlamento a favor. Y cuando dice, estamos pensando a largo plazo, es porque ya no tiene esperanza en el programa que acabo de formular. Y si uno parte sin la esperanza inicial, no vamos a llegar a ningún lado.

Le puedo plantear la cosa de otra manera, cuando Camila Vallejos sea presidenta de la república se van a acabar las AFP, se van a derogar las concesiones mineras, se le va a quitar el apoyo a los bancos privados, ¿qué plazo es ese?, no sé, pero yo estoy seguro de que Camila Vallejos puede ser el próximo Salvador Allende de este país”.

A principios de la década del 60 nadie imaginaba que podía haber un gobierno popular en Chile, y sin embargo, la Unidad Popular tuvo la confianza de juntar un tercio de los chilenos para sacar una mayoría ocasional y hacer las transformaciones que se pudieron.

Yo creo que calcular a 10 años plazo hace bien, para salir de la agenda de la CNN, calcule a 10 años, calcule a 15 años, no calcule a tres meses ni se fije en la próxima elección. Pregúntese quién va a ser el presidente de Estados Unidos el 2050, no el 2022, porqué, porque de lo contrario no logramos salir de la agenda de noticias. Estamos en una especie de compás de espera en torno a cada contingencia que ocurre. Si mañana cae un meteorito en Italia, va a quedar la hecatombe, y todo va a ser el peligro de los meteoritos en el planeta. ¿Quién se imaginaba hace dos años que íbamos a estar confinados por una pandemia?, entonces, ¿qué cálculo político es ese, que circula de noticia en noticia?, no de idea en idea”, se preguntó.

Yo, que trato de ser marxista, creo que eso se debe a que se hace un análisis solamente político, no se hace un análisis de clase. A qué sectores, a qué clase social están representando, no a qué grupo, porque (Hugo) Chávez representa a los pobres, pero eso es un grupo, eso es un estrato. Habría que ver quién representa el interés estratégico de los trabajadores, quién representa el interés estratégico de la banca trasnacional. Mirado así, bueno, Kirchner, Bachelet, Lula, no cierto, son las formas más suaves del neoliberalismo, por supuesto Correa, Maduro, el gobierno cubano actual. No hay en el mundo algún ejemplo que uno pudiera invocar como alternativa al neoliberalismo, lo que hay, son fórmulas neoliberales encubiertas. Piense usted, que durante el gobierno de Chávez se gastó toda la plata del petróleo que estaba en auge, y Venezuela incurrió en deuda externa, teniendo un superávit multimillonario de dólares. Y sin embargo, quedaron con más deuda externa. ¿A quién le servía eso?, a la banca transnacional. Y entonces para qué bando estaba jugando Chávez, y para qué bando juega Maduro, cuando le regala las petroquímicas a los chinos, cuando le regala la industria del hierro a los rusos. Qué significó el gobierno de Lula, sino el mismo proceso de infiltración neoliberal en todos los estratos de la sociedad, que ha significado la Concertación en Chile.

Entonces, no me vengan a entusiasmar con Lula, con Kirchner, o con este señor Fernández que equivale a Bachelet”, reclamó vehemente.

Respecto al futuro, Carlos Pérez consideró “que hay que aprender a hacer una política de izquierda de otra manera, olvidarse del siglo XX, de las normas leninistas de organización. Tenemos que tener varias izquierdas, muchas izquierdas, una izquierda grande, doctrinariamente diversa, que no tenga una sola forma de organización, pero que ponga como requisito organizativo la paridad de género, la democracia directa, la revocatoria de mandatos al interior de los movimientos de izquierda, que todas las dirigencias sean rotativas, que la red de colectivos de izquierda se articule de acuerdo con cada pelea, más grande, más chica, de acuerdo con la pelea que se da, que se desarrolle un clima de tolerancia muy amplio al interior de las izquierdas y de intolerancia sólo hacia afuera. En ese marco, la política antiburocrática al interior de los movimientos de izquierda es crucial. Si no, no hay garantía alguna de que estos movimientos no puedan ser administrados desde sus dirigencias”.

Puntualizó eso sí que “la democracia directa no es un desfile arbitrario de dirigentes y de decisiones, no, la democracia directa requiere de consensos también, y entonces debería haber comisiones políticas que funcionen por los dos tercios, estoy hablando en concreto. Si la comisión política de un partido funciona con la lógica de los dos tercios, cada vez que no llegue a los dos tercios, tiene que someter la decisión a plebiscito, entonces no es necesario que se someta todo a plebiscito. La democracia directa no consiste en preguntarle todo a todos, consiste en que la dirección, cuando no puede ponerse de acuerdo, abre la discusión. Bueno, la discusión tiene que ser abierta siempre, pero la abre en el sentido de llamar a plebiscito”.

Consultado entonces respecto a qué sería para él un requisito para pertenecer a una de esas izquierdas, qué denominador común debiera al menos existir, explicó, “la izquierda se define como mínimo por su vocación anticapitalista, mi opinión, es que además de anticapitalista tiene que ser antiburocrática. Eso es de izquierda, anticapitalismo, antiburocratismo. Después podemos empezar a distinguir, hay gente que el anticapitalismo lo ve por el lado del medioambiente, por el lado del patriarcado, por el lado de la diferencia cultural, étnica. Hay gente que cree que lo que unifica todo eso son los trabajadores, la explotación, la expresión de plusvalía, está muy bien, está muy bien, pero si estamos en contra del capitalismo y privilegiamos como enemigos a los grandes capitalistas, no a los pequeños, entonces estamos dentro de la izquierda.

Note que algunos pueden estar en una actitud anticapitalista respecto del medioambiente, pero no respecto de los derechos laborales, entonces hay que tener presente que el anticapitalismo tampoco es homogéneo.

La gran izquierda es una red que se amplía o se achica según la radicalidad de los objetivos”, insistió.

Yo creo que dentro de las izquierdas tiene que haber también una izquierda radical. La izquierda radical es la que no acepta como objetivo sino, la caída del capitalismo, el fin de la dominación burocrática. Pero las izquierdas no están obligadas a ser radicales, es posible encontrar izquierdas reformistas, es posible encontrar izquierdas liberales, y, como digo, en cada pelea, y según la pelea que se da, el espectro se amplía o se restringe”.

Requerido Carlos Pérez respecto a su concepción sobre la construcción de la izquierda y cómo evitar deformaciones que la desvirtúan, recurrió al catolicismo como ejemplo. “No hay nadie que haya abandonado el catolicismo. Los católicos nunca dejan de ser católicos, se convierten en ex católicos, que son como católicos al revés, el catolicismo es tan pegajoso que uno no puede dejar de ser católico, y entonces pasa eso con muchos marxistas. Y eso pasa con muchos marxistas, son ex comunistas, no son izquierda, no son marxistas, son ex alguien, y tienen completamente su identidad pegada en una forma organizacional que pasó históricamente de moda hace 70 años, pegada en una cultura organizacional que sólo mantiene un grupo de corruptos que tiene acceso a diputaciones o alcaldías, es decir, uno no tiene que ser ex marxista, un tiene que ser marxista nomás”.

Esa izquierda tiene ínfimos representantes y cero impacto social, de tal manera que seguir discutiendo en torno a esa izquierda es inútil, eso lo discutimos nosotros que estamos en la tercera edad, por la nostalgia que tenemos de los años 80 y 60, pero no tiene ninguna relevancia política, ninguna, ninguna relevancia”, enfatizó.

Y llamó por ello a rechazar “la política vanguardista”, de la política de polera del Che Guevara, vamos a tener una política testimonial. Lo que necesitamos no son testimonios, lo que necesitamos es unidad política, organización, programa claro”, concluyó.

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